lunes, 4 de julio de 2016

Desempoderamiento científico. Ainhoa Ezeiza y Javier Encina

Cuando se escriben proyectos de investigación, si se pretende “hacer Ciencia”, hay que delimitar los objetivos, la justificación, el marco teórico, las interrogantes de la investigación y los procedimientos metodológicos antes de comenzar el proceso de investigación, y a partir de ahí, definir las variables y controlar y sistematizar el proceso, con el fin de generalizar los hallazgos, asegurar su validez. Apoyándose en sus mecanismos de control, el Conocimiento Científico se sitúa por encima del resto de conocimientos y saberes humanos; los Conocimientos Científicos solo pueden ser debatidos y rebatidos con otros proyectos de investigación similares, que dejan fuera de la construcción de conocimientos a toda la gente que no sea reconocida como componentes de esos grupos de investigación y que queda relegada a estudiar y repetir repetitivamente los resultados de esas investigaciones y elaboraciones del Conocimiento. 


 La estandarización de los procedimientos científicos y su comunicación busca la perfección, el orden en el caos y el control de la producción científica. Todo lo que no cabe en los protocolos establecidos no entra en el mundo del Conocimiento, y lo que entra, al ser perfecto, significa que es una simplificación de la realidad, que es compleja, incompleta y difícilmente predecible. Esa búsqueda de la perfección genera un conocimiento fragmentado, porque solo cuando se fragmenta se puede estudiar con herramientas de investigación estandarizadas (o estandarizables). Todo ello provoca que los resultados sean incuestionables, en el sentido de que están tan fragmentados, que solo aquellas personas reconocidas en el mundo científico como prestigiosas —con sus propias formas de medir ese prestigio (número de publicaciones, capacidad de hacerse con recursos financieros, materiales y humanos, etc.)— en ese pequeño fragmento del conocimiento pueden afirmar, desmentir o modificar los principios de ese campo tan reducido y reduccionista. Como plantea Pierre BOURDIEU (2000:99), “el universo universitario tiene la particularidad de que hoy, en nuestras sociedades, sus veredictos están seguramente entre los veredictos sociales más poderosos. Aquel que otorga un título académico otorga una patente de inteligencia (siendo uno de los privilegios de los titulares, poder además tomar distancia respecto del título)”. 

(...) Todo esto genera una forma de hacer ciencia dependiente del Estado y del Mercado, de sus formas de contratación y financiación, y controlada por una estructura jerárquica social muy verticalizada que obliga a dedicar prácticamente todo el tiempo de trabajo a hacer lo que hay que hacer para ascender. Esta dependencia hacia el Estado y el Mercado no es porque la Universidad no esté funcionando adecuadamente, sino porque es así como se espera que funcione, para seguir el ideal de Orden y Progreso y seguir alimentando el status quo. Decía Agustín GARCÍA CALVO (1990:18) que “se exalta y se promueve a todo pasto la Investigación, la formación de Equipos de Investigación, el desarrollo de Planes de Investigación; se premian con dinero y con futuro las investigaciones en marcha y las concluidas; y casi da lo mismo el objeto de investigación que se proponga [...]. [El resultado es] una balumba de Tesis Doctorales no promovidas por interés alguno en el asunto, sino por la promoción de la Persona; son las carretadas de artículos y libros y comunicaciones a congresos que no tienen más utilidad que la que al autor le presten para la formación del curriculum vitae respectivo, etc. Pueden ser los productos de esa Investigación de dos tipos [...]: o sumisos o superfluos; pero de ambos modos serviciales al Estado y Capital que los promueven”. O, expresado de otra manera por el Subcomandante Insurgente MARCOS (2016:186), “se trata de homogeneizar, de volver a todos iguales y de hegemonizar una propuesta de vida. Es la vida global. Su mayor diversión debe ser la informática, su valor como ser humano debe ser el número de tarjetas de crédito, su capacidad de compra, su capacidad productiva. El caso de los académicos es muy claro. Ya no vale quién tiene más conocimiento o quién es más sabio; ahora vale quién produce más investigaciones y en este sentido se deciden sus sueldos, sus prestaciones, su lugar en la universidad. Esto tiene mucho que ver con el modelo estadounidense”.


 (...) ¿Cómo desarrollar investigaciones que tengan el desempoderamiento científico como base? En lugar de plantearnos desde la Ciencia qué es lo que hay que investigar y utilizar a la gente para nuestras investigaciones, creemos que la forma ética de investigar es partir de trabajar con y desde la gente, en lo que venimos llamando ilusionismo social: es una forma de hacer que se basa en la dimensión dialéctica, tiene como punto de partida las metodologías participativas (especialmente la IAP) y se desarrolla en el trabajo con las culturas populares. Como eje central tiene la dinamización y generación de mediaciones sociales deseadas en los espacios y tiempos cotidianos; para ello hay que trabajar con y desde la gente, moviéndonos desde la seguridad de lo posible hacia la esperanza de lo imposible, mediante la autogestión de la vida cotidiana. Sin poder diferenciar el pensar y el sentir, la acción y el conocimiento, el reconocimiento  y el aprendizaje de todos los saberes.