sábado, 21 de mayo de 2016

Historia de un cazador. Jesús IBAÑEZ, Por una sociología de la vida cotidiana

Estos días nos hemos acordado de un texto de Jesús Ibañez, de su libro Por una sociología de la vida cotidiana (1994, Ed. Siglo XXI) que hemos querido traer aquí para seguir reflexionando sobre las diferentes caras (y las caras sin rostro) del Poder y sobre el desempoderamiento.


HISTORIA DE UN CAZADOR

La especie humana es un producto de caza. Moscovici ha puesto de manifiesto el papel de la caza en el proceso de hominización: la forma del cuerpo humano y las instituciones de la sociedad humana son producto de la adaptación de los primates prehomínicos a la actividad cazadora.

En una primera etapa la caza es una simple captura: los hombres van agotando la reserva de especies animales que encuentran en su entorno -para comer su carne, vestirse con su piel, hacer herramientas con sus huesos o aprovechar su fuerza de trabajo- y cambiando de entorno a medida que la reserva se agota. Es una actividad muy aleatoria: su éxito depende del azar de la presencia y del azar de la captura, de la presa.
En una segunda etapa (Engels llamó a la anterior «salvajismo» y a esta «barbarie») la captura se dobla con la crianza: otras especies son domesticadas, producidas y reproducidas en condiciones tales que no puedan evitar su destino de presas (eliminando el azar de la caza: siempre presentes, siempre disponibles). Relación de propiedad con el entorno: las cosas siempre cerca, a mano.

Con la propiedad termina el «salvajismo» y la «barbarie» (la prehistoria) y empieza la "historia"; o la historia natural se hace social, política. Los hombres se "civilizan": se asientan en ciudades, entornos apropiados que pretenden ser permanentes. Se amplía el repertorio de especies cazables: la especie humana será en adelante la presa privilegiada (la caza de azar de la guerra se hace sistemática). Es la lucha de clases, motor de la Historia. La antropofagia (antes confinada a ocasiones singulares como comportamiento ritual y simbólico) se hace técnica y cotidiana. Una parte de la especie -la parte o clase dominante- vivirá de la caza de la otra parte.


A lo largo de este proceso (cuando el objeto de la caza -la presa- era exterior, pero también cuando es interior a la especie humana) persiste la separación entre el cazador -el predador- y la presa, entre el dominante y el dominado. Se está a uno o a otro lado de la barrera. Con la sociedad de consumo, la barrera se difumina o se interioriza. Todos somos a la vez cazadores y cazados. O, mejor dicho, todos somos cazadores verosímiles y verdaderos cazados. Somos cazados mientras creemos que estamos cazando. Consumimos signos de consumo a cambio de conformarnos con el poder: poder que ya no es de unos sobre otros, sino una máquina impersonal que se abate sobre todos (unos consumen signos de poder mientras otros consumen signos de consumo). Ya no cabe el enfrentamiento con un poder que no tiene rostro; intentar enfrentarse a él es entrar en su terreno -perder el rostro: pactar-.

Extraído del capítulo I: La caza del consumidor (pp. 3-4). Para leer más:
https://es.scribd.com/doc/69242073/Ibanez-Jesus-Por-una-sociologia-de-la-vida-cotidiana

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