viernes, 27 de febrero de 2015

Estratégias de autogestión en el Grand-Yoff. Serge Latouche

Esa presencia obsesiva del dinero, ese comercio constante y perpetuo, ese desarrollo prodigioso de todas las actividades en el corazón del mundo de  náufragos, ¿no  son  la prueba  de la generalización de las relaciones  mercantiles y de  la existencia  de  una  verdadera economía invisible?  El dinamismo que  muestran los excluidos del desarrollo mimético, las actuaciones reconocidas del sector informal en  materia de empleo  y los resultados satisfactorios de sus  ingresos,  ¿no  son  la señal  de  otra  economía, incluso   más  importante, que   deberíamos tener  en  cuenta? El  éxito  incuestionable en  términos de ganancia y crecimiento de algunas personas  en  lo informal -incluso según  los criterios  de la economía oficial  y ortodoxa-, y allí mismo donde las empresas clásicas  (occidentales o públicas)  han  fracasado, ¿no  revela la existencia  de una  verdadera gestión a la africana? Contrariamente a las imágenes estereotipadas, los que  practican  lo informal no son necesariamente indigentes. Con  el humor típico de los africanos, a un barrio  de Grand-Yoff  lo bautizaron «barrio  millonario» porque entre los primeros ocupas se encontraban joyeros acomodados. También se encuentran auténticos millonarios.



¿No  residirá  el desarrollo imposible de África en esta mina? Sistematizando, trasladando y apoyando esas experiencias de autogestión, con apoyo técnico, financiero y normativo, pasaríamos del apaño y el bricolaje  a la industria de pleno rendimiento?.

Esta interpretación de la «economía informal» cada vez está más respaldada  por los grandes organismos internacionales, como  el FMI,  el Banco Mundial u organismos de cooperación como la Caja Francesa para el Desarrollo. También  lo está, salvando  las distancias,  por la mayoría de ONG de desarrollo, así como por numerosos centros de investigación, académicos  y estudiosos. Pero esta interpretación, a pesar de sus aciertos, no es la más exacta ni la más interesante. En lo informal  no estamos en una economía, aunque sea otra, sino que nos encontramos ante otra sociedad. Lo económico no tiene una autonomía propia, si no que encaja en lo social, en especial en las redes complejas que estructuran esos suburbios. Es por eso que los términos  de aeconomía neoclánica  o de sociedad vernácula se ajustan  más a esta realidad compleja  y mutante. Es una interpretación  personal  que  muchas  veces ha sido mal comprendida o no se ha tomado demasiado en serio porque se considera  una hipótesis insuficiente y con tintes de romanticismo.

Es evidente que  la diversidad  de lo informal parece dar la razón  a los intérpretes economistas: omnipresencia del dinero, intercambio de mercancías, existencia  de algunos aspectos negativos, desde la subcontratación más mezquina a los contrabandos más mafiosos...  La sociedad  vernácula no es ni mucho menos  un  retorno  al Paraíso.  «Detrás de la máscara  de una  convivencia  aparentemente armoniosa -señala Werner- existen conflictos  que,  si bien  pocas  veces desembocan en agresiones abiertas,   suscitan   prácticas   mágico-religiosas  (como  por ejemplo el liggeey, o a través de marabouts).» Pero por dramáticas que sean las derivas de brujería y los riesgos de anomia, continuamos alejados de la lógica mercantil.

Tenemos  que  repensar  la relación antagónica de lo informal  y de lo económico para resolver las claves de esta batalla, así como profundizar en los análisis  del encaje de lo económico en lo social. Este cambio  de significado  sólo lo obtendremos a partir  de una  aproximación global al fenómeno, y no a través de casos individuales. Por eso en el siguiente análisis siempre  tendremos presente  este acercamiento global.



Para continuar http://ilusionismosocial.org/mod/resource/view.php?id=596

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