"Señores: la lengua no es de nadie; esa máquina de maravillosa complejidad que ustedes mismos usan, 'con la cual suele el pueblo fablar a su vezino', no es de nadie”. Agustín GARCIA CALVO
En nuestra opinión la lengua es común, un bien común (de nadie o de tod@s, según quien lo formule), la lengua es principalmente lo oral (no confundir con lo leído en voz alta, u otras variantes...). El idioma es público (del Estado) y su comercialización, su conversión al lenguaje de masas, es privada (del Mercado).
La Escritura, la Cultura, la Escuela..., tienen dueño: el Estado o el Mercado; y su afán es simplificar lo complejo, no sencillizarlo. Y quieren simplificarlo porque así el Mercado puede convertirlo en cultura de masas y vender más, y el Estado puede convertirlo en cultura nacional y controlar más; incluso la alianza puede ser mayor y no entrar en competencia lo masivo con lo nacional y crear una cultura nacional de masas: como hacen los populismos...
Después de simplificar lo complejo se ponen a la tarea de complicar lo sencillo, no complejizarlo. Y lo complican con sus Leyes de Educación y Cultura (¡más control!), con sus Productos Masivos para Universitari@s, con su lenguaje iniciático (y su correspondiente Diccionario..., ¡más negocio!).
La lógica dominante, del Estado y el Mercado, es descubrir, o sea buscar y explicar desde el presente dominante los acontecimientos del pasado, encajándolos en la racionalidad dominante del presente, para dar sentido de Progreso y Globalidad. Y su herramienta es la escritura y sus derivados.
Las alógicas de la oralidad, de las culturas populares, caminan en la espiral de encontrar en el pasado formas de vida que nos ayuden a comprendernos en nuestro presente, posibilitándonos la reproducción ampliada de la vida cotidiana desde la que podamos construir nuevas cosmovisiones que nos ayuden a transformar el futuro próximo, sin renunciar a la vida (pasada, presente y futura). Posibilitando así, la autogestión de la vida cotidiana (....)
El desempoderamiento lingüístico no es más que hacer esa dejación de poder que evite que el Estado y el Mercado destruyan la lengua, ¡¡¡que es común!!!, abrir ese espacio donde lo oral se ponga en valor, preservar los espacios y tiempos cotidianos para que pueda haber intercambios horizontales entre lo oral y lo escrito y sus derivados. Esas formas de trenzar que tienen las culturas populares (...)
¿Cómo han conseguido imponer el concepto de idioma, de uniformidad, de estructura, de sistema lingüístico, si la lengua no es de nadie y es común? ¿Cómo se ha transmitido la idea de que unos pocos pueden gobernar sobre ella? Es ahí donde entra la escuela, la escolaridad obligatoria, donde sí hay unas pocas personas que mandan sobre otras y deciden lo que es correcto y lo que es incorrecto. Así pues, las escuelas son un territorio de amaestramiento con un empeño muy notable por enseñar a leer y a escribir a la edad más temprana posible. En ese empeño, incluso los cuentos son leídos y repetidos repetitivamente, y así se elimina la gran diversidad de la cultura oral (...)
Las fuerzas centrífugas huyen del centro, tienden a alejar los objetos del eje de rotación y a que salten o salgan de la espiral objetos de forma inesperada. Las fuerzas centrípetas empujan a los objetos bajo su influencia hacia el centro y son las fuerzas responsables de mantener el movimiento circular.
Siguiendo la analogía de estas fuerzas, la escuela centrípeta (la mayoritaria) gira hacia dentro, atrapa lo que encuentra fuera de la escuela y lo mete dentro de su ámbito de fuerza.
Incluso en su versión más alternativa, como por ejemplo las comunidades de aprendizaje, toman lo que rodea a la escuela y lo introducen como elemento escolar (historias del pueblo, habilidades o ideas de l@s vecin@s o familias...) para seguir manteniendo el círculo, llevando las relaciones siempre hacia adentro. La escuela centrípeta lo que hace es uniformizar, crear como un desierto cultural a su alrededor, poniendo a la Escuela como centro de la cultura. Y esto lo encontramos en escuelas de titularidad pública, en escuelas de titularidad privada, en escuelas de titularidad privada individual, en escuelas de titularidad privada grupal, en escuelas concertadas, en escuelas no concertadas, en escuelas libres...
En cambio, el desempoderamiento educativo propone trabajar huyendo del centro y permitiendo que las cosas se le escapen hacia afuera, de forma que lo que surge en la escuela se comparte en la comunidad, abriendo para abrir, y al estar abierto, permitir también el influjo de la comunidad hacia dentro de la escuela. La escuela centrífuga es la que habría que potenciar, ya que hace que los conocimientos de la escuela circulen en la comunidad sin que la escuela tenga centralidad, convirtiendo a la escuela en un espacio más de la comunidad. Y esto lo encontramos también en escuelas de titularidad pública, en escuelas de titularidad privada, en escuelas de titularidad privada individual, en escuelas de titularidad privada grupal, en escuelas concertadas, en escuelas no concertadas, en escuelas libres...
En realidad, no estamos hablando ni de una escuela pública ni de una escuela privada, no estamos hablando de quién es el dueño de la escuela, sino de quién la usa y cómo. Y por eso apostamos por una escuela común, común de comunitario, donde la comunidad use los espacios existentes relacionándose de igual a igual, creando y construyendo colectivamente, provocando identificaciones que posibiliten el seguir generando culturas populares que puedan mezclarse con otro tipo de conocimientos, tanto locales como supralocales.
Con estas dinámicas centrífugas, usadas desde el común, podemos poner en valor lo oral, sus complejidades que dejan de tratar el habla como “comunicación” y pasan de comprender el mensaje a comprender al hablante, a la gente. Es decir, poner en primer plano las formas de relación y que las estructuras lingüísticas y sus contenidos queden en un segundo plano como herramienta para que la gente pueda darle uso. ¿De quién es la lengua?
EL ARTÍCULO COMPLETO
Para continuar con una reflexión de Ainhoa Ezeiza
En nuestra opinión la lengua es común, un bien común (de nadie o de tod@s, según quien lo formule), la lengua es principalmente lo oral (no confundir con lo leído en voz alta, u otras variantes...). El idioma es público (del Estado) y su comercialización, su conversión al lenguaje de masas, es privada (del Mercado).
Después de simplificar lo complejo se ponen a la tarea de complicar lo sencillo, no complejizarlo. Y lo complican con sus Leyes de Educación y Cultura (¡más control!), con sus Productos Masivos para Universitari@s, con su lenguaje iniciático (y su correspondiente Diccionario..., ¡más negocio!).
La lógica dominante, del Estado y el Mercado, es descubrir, o sea buscar y explicar desde el presente dominante los acontecimientos del pasado, encajándolos en la racionalidad dominante del presente, para dar sentido de Progreso y Globalidad. Y su herramienta es la escritura y sus derivados.
Las alógicas de la oralidad, de las culturas populares, caminan en la espiral de encontrar en el pasado formas de vida que nos ayuden a comprendernos en nuestro presente, posibilitándonos la reproducción ampliada de la vida cotidiana desde la que podamos construir nuevas cosmovisiones que nos ayuden a transformar el futuro próximo, sin renunciar a la vida (pasada, presente y futura). Posibilitando así, la autogestión de la vida cotidiana (....)
El desempoderamiento lingüístico no es más que hacer esa dejación de poder que evite que el Estado y el Mercado destruyan la lengua, ¡¡¡que es común!!!, abrir ese espacio donde lo oral se ponga en valor, preservar los espacios y tiempos cotidianos para que pueda haber intercambios horizontales entre lo oral y lo escrito y sus derivados. Esas formas de trenzar que tienen las culturas populares (...)
¿Cómo han conseguido imponer el concepto de idioma, de uniformidad, de estructura, de sistema lingüístico, si la lengua no es de nadie y es común? ¿Cómo se ha transmitido la idea de que unos pocos pueden gobernar sobre ella? Es ahí donde entra la escuela, la escolaridad obligatoria, donde sí hay unas pocas personas que mandan sobre otras y deciden lo que es correcto y lo que es incorrecto. Así pues, las escuelas son un territorio de amaestramiento con un empeño muy notable por enseñar a leer y a escribir a la edad más temprana posible. En ese empeño, incluso los cuentos son leídos y repetidos repetitivamente, y así se elimina la gran diversidad de la cultura oral (...)
Las fuerzas centrífugas huyen del centro, tienden a alejar los objetos del eje de rotación y a que salten o salgan de la espiral objetos de forma inesperada. Las fuerzas centrípetas empujan a los objetos bajo su influencia hacia el centro y son las fuerzas responsables de mantener el movimiento circular.
Siguiendo la analogía de estas fuerzas, la escuela centrípeta (la mayoritaria) gira hacia dentro, atrapa lo que encuentra fuera de la escuela y lo mete dentro de su ámbito de fuerza.
Incluso en su versión más alternativa, como por ejemplo las comunidades de aprendizaje, toman lo que rodea a la escuela y lo introducen como elemento escolar (historias del pueblo, habilidades o ideas de l@s vecin@s o familias...) para seguir manteniendo el círculo, llevando las relaciones siempre hacia adentro. La escuela centrípeta lo que hace es uniformizar, crear como un desierto cultural a su alrededor, poniendo a la Escuela como centro de la cultura. Y esto lo encontramos en escuelas de titularidad pública, en escuelas de titularidad privada, en escuelas de titularidad privada individual, en escuelas de titularidad privada grupal, en escuelas concertadas, en escuelas no concertadas, en escuelas libres...
En cambio, el desempoderamiento educativo propone trabajar huyendo del centro y permitiendo que las cosas se le escapen hacia afuera, de forma que lo que surge en la escuela se comparte en la comunidad, abriendo para abrir, y al estar abierto, permitir también el influjo de la comunidad hacia dentro de la escuela. La escuela centrífuga es la que habría que potenciar, ya que hace que los conocimientos de la escuela circulen en la comunidad sin que la escuela tenga centralidad, convirtiendo a la escuela en un espacio más de la comunidad. Y esto lo encontramos también en escuelas de titularidad pública, en escuelas de titularidad privada, en escuelas de titularidad privada individual, en escuelas de titularidad privada grupal, en escuelas concertadas, en escuelas no concertadas, en escuelas libres...
En realidad, no estamos hablando ni de una escuela pública ni de una escuela privada, no estamos hablando de quién es el dueño de la escuela, sino de quién la usa y cómo. Y por eso apostamos por una escuela común, común de comunitario, donde la comunidad use los espacios existentes relacionándose de igual a igual, creando y construyendo colectivamente, provocando identificaciones que posibiliten el seguir generando culturas populares que puedan mezclarse con otro tipo de conocimientos, tanto locales como supralocales.
Con estas dinámicas centrífugas, usadas desde el común, podemos poner en valor lo oral, sus complejidades que dejan de tratar el habla como “comunicación” y pasan de comprender el mensaje a comprender al hablante, a la gente. Es decir, poner en primer plano las formas de relación y que las estructuras lingüísticas y sus contenidos queden en un segundo plano como herramienta para que la gente pueda darle uso. ¿De quién es la lengua?
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Para continuar con una reflexión de Ainhoa Ezeiza
hi prro
ResponderEliminarhail grasa